"¡Pero qué abuso!", dijo la farmacéutica que acababa de atender a Alicia Wu, mientras ella caminaba hacia la caja para pagar sus medicamentos. Estas palabras llamaron su atención inmediatamente, pues suponía que nunca habían sido dichas con la intención de que ella las escuchara. Alicia sabía que la señorita se sentía insatisfecha por el hecho de que había presentado una tarjeta de la Secretaría Nacional de Discapacidad (Senadis), que le otorgaba un descuento en su compra.
La rebaja terminó siendo de 58 centavos (menos de un dólar), que en Panamá no alcanzan ni para un cartón de leche. Probablemente, la joven sintió que no había necesidad de usar el beneficio porque el monto descontado era extremadamente insignificante. Alicia no lo sentía así.
Alicia es una mujer de 41 años, considerada desafortunada por muchos debido a su discapacidad visual, producto de la neuromielitis óptica, un trastorno del sistema nervioso que le detectaron cuando tenía solo 18. Sin embargo, ella se siente venturosa, como si se hubiera ganado la lotería en la vida. Su condición médica, que provoca la pérdida de visión, es una de las más raras en todo el mundo; por cada cien mil personas, solo uno o dos adultos la padecen, y justamente Alicia es una de ellas.
Por muchos años, creyó que su discapacidad la había desvalorizado completamente. Su meta de convertirse en la primera profesional de su familia parecía un sueño inalcanzable después de perder la visión. No obstante, decidió afrontar su nueva realidad y lentamente fue superándose. En su juventud, ella tenía un temperamento extremadamente fuerte, pues solía mostrar sus emociones sin filtros y no temía decir lo que pensaba; pero, después de perder uno de sus sentidos más importantes, su carácter se apaciguó y se convirtió en una persona más analítica y serena, aunque nunca dejó de expresar lo que pasaba por su mente y de hacer lo correcto.
Alicia estaba en desacuerdo con las palabras de la farmacéutica. Sí, esos 58 centavos parecían ser una cantidad pequeña e insignificante de dinero, pero no moralmente, pues su intención al usar la tarjeta era establecer su presencia como una persona con discapacidad. Su objetivo con esta acción era educar a los ciudadanos sobre el trato correcto hacia personas como ella y dejar claro que ejercer sus derechos no significaba abusar de su condición médica.
En la actualidad, Alicia sigue impactando con su testimonio la vida de quienes la rodean. Ella ha comprendido que su discapacidad no la desvaloriza y que todas las experiencias vividas le han ayudado a convertirse en quien es hoy. A pesar de los comentarios negativos, sigue alzando su voz y dejando huellas, con la esperanza de que Panamá se convierta en un país más amigable y accesible para este grupo de personas. Y siempre que duda en hacerlo, recuerda que esos 58 centavos valen mucho más que su valor monetario.
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